martes, 20 de septiembre de 2016

MI EXPERIENCIA CON EL FÚTBOL

No sabría deciros exactamente cual fue mi primera experiencia con el fútbol, seguramente, como la mayoría de los aficionados al deporte rey, habría comenzado con esos partidos que jugábamos en el patio del colegio, insignificantes para la gran mayoría pero importantísimos para aquellos que participábamos. Después, llegarían las colecciones de cromos que todos tratábamos de completar pero, que pese completarla era prácticamente una utopía, nos reconfortaba muchísimo el hecho que saliera debido a que solía coincidir con la época en la que empezábamos un nuevo curso. Dios sabe cuantas peleas he tenido por conseguir a ese maldito cromo que los distribuidores fabricaban en menor número a propósito.

Mi primer contacto algo más serio, dentro de lo que cabe, fue cuando con unos cinco años decidí apuntarme al equipo de mi colegio, el Axular. Con cinco añitos y con el cinco a la espalda empecé a competir de defensa, que era donde menos molestaba, aunque de vez en cuando solía también jugar de portero. Ese equipo no duró más de dos temporadas, y yo, en vez de cambiar de equipo como hicieron la mayoría de mis compañeros, elegí apuntarme a otros deportes como la pelota.

No fue ya hasta sexto de primaria cuando volví a jugar a fútbol lejos de los patios de la escuela. Ese mismo año Axular había desaparecido y se había transformado junto con Arturo Campión en Bernat Etxepare. Se hicieron unas pruebas para conformar un equipo con el que competir en el campeonato interescolar, y, de alguna manera, conseguí colarme en el. No hicimos un mal papel, llegamos hasta los cuartos de final del torneo y se nos concedió el trofeo a la deportividad, que aunque no era nada más que un premio de consolación, el trofeo era casi más grande que el del campeón.

Tras retomar contacto directo con el fútbol en sexto, decidí que el primer año de instituto trataría de volver a jugar en un equipo. Así fue como mi madre me apuntó al Atarrabia, básicamente porque me pillaba bastante cerca de casa. Llegué allí sin conocer a nadie y sin ni siquiera saber en que posición jugaba, y, para colmo, me enteré de que justo ese era el año en el que se empezaba a jugar en campo de fútbol once, lo cual suponía un reto todavía mayor para mi. El entrenador empezó a probarme de lateral, central e incluso de banda, pero al final acabaría haciéndome un hueco de mediocentro.

Seguí jugando en este equipo hasta cuarto de la ESO, donde al ver que muchos de mis amigos iban a apuntarse al Gazte Berriak, decidí hacerlo yo también. Era una gran oportunidad para estar más tiempo con mis amigos y de jugar al fútbol al mismo tiempo. Tras superar un pequeño periodo de prueba me incorporé al equipo donde en un principió, todo fue muy bien. Pese a que no jugará tanto como en el Atarrabia, el hecho de que lo hacía con mis amigos de toda la vida equilibraba la balanza. Así fue hasta que hubo una especie de cambio de entrenador con el cual no congenié demasiado bien. A raíz de este cambio y de que el Atarrabia me llamó para preguntarme a ver si quería volver al equipo, decidí regresar a este.

El año siguiente, ya en categoría de juveniles y de nuevo en el Atarrabia (aunque ahora se llamaba Beti Onak por el cambio de categoría) volví a juntarme con mis antiguos compañeros y conocí a algunos nuevos. Hoy en día sigo jugando en este mismo equipo, siendo el actual el tercer año de categoría juvenil.



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